¿Dónde están los U$S 30.000 millones?
No sin sorpresa, días atrás los medios reflejaron comentarios de las máximas autoridades del país, volviendo a la carga con un latiguillo del año pasado: "no hay más hospitales debido a que no se votó la (controvertida) Resolución 125", aquella de las retenciones móviles que, según los dichos oficiales, lejos de tener como objetivo tapar los agujeros negros de las cuentas públicas que, tal como hoy se ven, son inmensos, iban a tener como destino es loable fin de construir más hospitales para "la pobre gente que sufre, mientras otros solo piensan en la renta"…
Daría para pensar, si fuera cierto…Pero no lo es. Al menos, a esta altura, el Gobierno no puede pretender que la gente le siga creyendo ingenuamente. Y, de hecho, no lo hace. Igual que la fábula de la zorra y las uvas, ya nadie les cree.
Y, en este punto concreto, ¿Qué le impidió hasta ahora al Poder Ejecutivo cumplir con tan loable fin?.
Las retenciones fueron reinstaladas por Eduardo Duhalde en 2002, como medida transitoria, para contener –según él y sus ministros de entonces, Jorge Remes Lenicov (Economía), e Ignacio de Mendiguren (Producción)-, la crisis social prácticamente explosiva de aquel momento.
Se podría discutir mucho si la forma en que se salió de la Convertibilidad fue o no la correcta; si el objetivo fue verdaderamente corregir un sistema que ya estaba agotado o, más bien, licuar los pasivos de una docena de grandes grupos (aunque la medida benefició a muchísimos más), etc., pero lo que no es discutible es que hace ya 7 años, las empresas de servicios (que no pudieron actualizar sus tarifas) y el campo (único sector cuyas deudas quedaron dolarizadas) soportaron todo el peso del costo social, y en especial este último, ya que les reimplantaron las tan temidas retenciones.
La versión oficial de aquellos días sobre la "transitoriedad" se fue perdiendo en el tiempo.
Peor aún. En aquel año, el aporte por los impuestos a la exportación del campo no llegó a los U$S 1.000 millones, mientras que a partir de allí comenzaron una carrera alcista imparable, más todavía desde 2004 en adelante, que terminó con más U$S 7.000 millones el año pasado.
En total el campo había aportado en ese lapso, U$S 30.000 millones extra por sobre lo que tributaron el resto de los sectores.
¿Qué le impidió, entonces, al Gobierno, construir esos tan reclamados hospitales?, o, aunque sea, alguna ruta, mejorar algún puerto, hacer un puente, ampliar la red eléctrica, mejorar los sueldos de la policía para que haya menos delitos, o algo?
Cualquier cosa, pero algo…
Por el contrario, hoy el campo y todo el interior, sienten como se los tilda de angurrientos, egoístas, miserables, avaros, preocupados solo por la renta, etc., etc., cuando fueron los que más contribuyeron para un bienestar general que tampoco es tal. Al contrario.
¿Dónde están las obras?
Pero entonces, ¿dónde están los fondos?. Porque esa era plata legítimamente producida por miles de empresas de todo el país, que habían corrido el riesgo climático, el riesgo de los mercados, y hasta el riesgo del humor del funcionario de turno.
Esa no era plata de "todos" como los impuestos tradicionales, más allá que se discuta si son justos o no, o si es demasiada la presión tributaria.
Esos fueron –y son- gravámenes prácticamente exclusivos para el campo y la gente del interior, que hoy se encuentra por lo menos U$S 30.000 millones más empobrecida de lo que debería. Y justo, cuando la crisis económica mundial y la sequía local, ponen en jaque a todas las actividades.
¿Ahora el "socio en las ganancias", el Gobierno, va a poner la diferencia para que el interior pueda aguantar el mal momento?
¿Quién se hace cargo?, ¿Quién explica adonde se aplicaron esos recursos?
El interior no tiene la culpa de que no se puedan hacer más hospitales.
Los únicos culpables de eso fueron los últimos presidentes, es decir, Néstor Kirchner y su señora esposa, y su pésima administración.
Fuente: www.susanamerlo.com
Invitación personal de Enrique Alberto Vidal Bazterrica
Correo-electrónico enviado el 2/18/2009 4:30:43 PM, por Enrique Alberto Vidal Bazterrica:
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Lo que se dice y lo que se calla
Brillo, pompa y amabilidad. Eso hubo en Madrid. ¿Por qué no? Sólo en la Argentina de los Kirchner sucede que un presidente extranjero sea maltratado porque existen diferencias con él. La diplomacia internacional tiene, por lo general, modos más sutiles, palabras menos duras, actos más demostrativos también, para exhibir sus disidencias o marcar sus posiciones. Esto también ha ocurrido en Madrid durante la visita de Estado de Cristina Kirchner, a la que la mandataria argentina le restó un día a última hora para regresar rápidamente a Buenos Aires.
Ese acortamiento imprevisto de la visita privó a Cristina del almuerzo con que el presidente español suele agasajar a los líderes extranjeros. Condenado a almorzar con la Presidenta y su comitiva el mismo día en que debía enfrentar un debate parlamentario por la crisis económica española, Zapatero optó por liberar su cabeza del laberinto argentino y concentrarse exclusivamente en la discusión legislativa sobre la marcha de su gobierno. Ningún funcionario argentino pudo explicar, ni en Madrid ni en Buenos Aires, por qué la visita programada para tres días duró sólo dos.
No obstante, debe reconocérsele a Cristina Kirchner el mérito de una sinceridad casi agónica, pero sinceridad al fin. Ayer, bajó del paraninfo académico donde suele decir sus discursos y aceptó, tocando ya las cosas concretas de este mundo, que "puede haber fuertes tormentas económicas" y "graves y severas dificultades" en la relación bilateral. A pesar de todo, dejó a salvo el vínculo entre las dos naciones, como lo había hecho un día antes el propio Rodríguez Zapatero.
El presidente del gobierno español es un hombre de constantes palabras amables (ya sea que esté con Silvio Berlusconi, con Cristina Kirchner o con Hugo Chávez), lo que muchas veces ha provocado ironías y críticas de sus opositores. Sin embargo, fue el primero en aceptar que no había total coincidencia con el gobierno de los Kirchner. "Estamos de acuerdo en un 99 por ciento", dijo primero y, por si quedaba alguna duda, remató: "Hemos disentido y disentimos sobre el caso Aerolíneas Argentinas". Rodríguez Zapatero no dice esas cosas todos los días ni ante todos los jefes de Estado que lo visitan.
El caso Aerolíneas no se ha resuelto todavía, aunque es el que más erosionó la relación en los últimos tiempos. El gobierno español subrayó siempre que no estaba buscando una solución determinada al conflicto por la compañía aérea, sino que promovía que cualquier solución se ajustara al derecho y al cumplimiento de los acuerdos firmados. Desde hace tiempo, nadie imagina una marcha atrás en el proceso de reestatización de la empresa. "Las cosas pueden tener un mal o un buen final. Nosotros respaldamos un buen final. Eso es todo", aclaró un alto funcionario español.
De alguna manera, los españoles están hablando de seguridad jurídica, aunque no hayan pronunciado las cosas con ese nombre. ¿Qué quiso decir Zapatero, si no eso, cuando delante de Cristina Kirchner sentenció que "las empresas deben tener rentabilidad"? El propio rey Juan Carlos, hablando sobre la crisis del mundo, ponderó la necesidad de "recuperar la confianza". No hablaba de la Argentina, pero ¿no necesita acaso la Argentina recuperar la confianza?
Suavemente, Rodríguez Zapatero y Cristina Kirchner chocaron sobre la "rentabilidad de las empresas". La presidenta argentina deslizó ayer, lejos del presidente español, que "no puede haber rentabilidad de las empresas si no hay una sensación social de una rentabilidad compartida". No deja de tener razón. Le será difícil, con todo, encontrar esa "sensación social" en tanto que el propio gobierno local se empeña en descalificar a las empresas como entes cargados de avaricia y de mezquindad. Néstor Kirchner aludió de esa manera cuando gritó la semana pasada dirigiéndose simbólicamente a los empresarios: "No toquen un solo empleo en la Argentina".
Antes debió investigar en qué andan los empresarios. Si lo hubiera hecho, se habría enterado, por ejemplo, de que los dirigentes de la entidad que reúne a los empresarios más poderosos del país, AEA, creen que debe profundizarse el diálogo entre empresarios y Gobierno para afrontar mejor el impacto de la crisis. "Es necesario darles previsibilidad a los agentes económicos. Roosevelt trató de estimular primero la economía nada más que con la intervención gubernamental en la crisis del 30, pero sólo pudo bajar el desempleo cuando se decidió a trabajar codo a codo con los empresarios y lanzó el New Deal", señaló Jaime Campos, de AEA.
A Cristina le gustan las sorpresas. Sorprendió a los periodistas y al gobierno español cuando ella misma dio por finalizada la conferencia de prensa con Zapatero. El uso y la costumbre indican que es el dueño de casa quien debía abrir y cerrar el diálogo con los periodistas. Pero Cristina y Néstor Kirchner no pueden con su genio: ven periodistas y sienten síntomas inmediatos de alergia.
Más sorpresas: la Presidenta no cesa de lanzar veladas, y no tan veladas, críticas a Estados Unidos por la crisis mundial. Ya sabemos dónde empezó la crisis. ¿Para qué insistir en eso y no enfrascarse en sofocar el incendio? ¿Qué otra salida le deja a Barack Obama que una formal carta de agradecimiento en lugar de las cálidas conversaciones telefónicas con los otros líderes latinoamericanos? Fue notable el contraste con Rodríguez Zapatero en la conferencia de prensa. Cristina Kirchner machacó contra los Estados Unidos y con su aversión a ciertas ideologías, mientras que el líder español propuso tres medidas concretas para salir del embrollo (regulación de los mercados financieros, control sobre los paraísos fiscales y reordenamiento de los organismos multilaterales de crédito).
Cristina tomó esta última iniciativa y escaló más arriba: se fue de cambiar las Naciones Unidas a una reiterada alusión crítica a Gran Bretaña. España tiene el Peñón de Gibraltar como la Argentina tiene las Malvinas; ambos están en poder de los británicos. ¿La Presidenta habrá creído que encontraría un cómplice inmediato en sus arrebatos contra Londres? En tal caso, no se enteró de un dato crucial de estos tiempos: Gordon Brown es ahora el principal aliado de Rodríguez Zapatero para que España esté en el G-20. ¿Dónde estaba o en qué se entretenía la diplomacia argentina?