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Un discurso agotado

Uno de los rasgos distintivos de la falsa izquierda "progresista"
latinoamericana, es tratar de ocultar con un discurso dirigido "al
resto del mundo", la verdadera raíz de su praxis esencialmente
populista y antidemocrática.
Se presenta siempre cultivando un estilo declamatorio que recita como
un calco un puñado de proposiciones, cuyas recetas jamás pone en
práctica. Más aún, apenas accede al poder, comienza a coquetear
desaprensivamente con quienes han creído en sus promesas y organiza un
nuevo "sistema" que expulsa a todos aquellos que no aceptan someterse
a sus disposiciones.

En el caso de los Kirchner, hemos visto la repetición de este viejo y
conocido escenario. Su tiempo, no obstante, se va agotando
prematuramente por diversas razones:

a) la sociedad les ha perdido la confianza por el cúmulo de sus
desaciertos y su "magia" comienza a esfumarse;

b) sus otrora fanáticos militantes partidarios, comienzan a mirarlos
críticamente de reojo y preparan la retirada;

c) los recursos económicos que disponían para seguir adelante su
política de amigos y réprobos se están "secando";

d) el vértigo de una crisis mundial absolutamente inédita, comienza a
golpear duramente su falta de ideas y previsiones.

Con ellos se instaló en nuestro país un régimen populista de las
peores raíces: el de quienes no comprenden que el verdadero desafío de
la modernidad es la reconciliación entre liberalismo y socialismo
-como sostenía el ilustre escritor mexicano Octavio Paz-, tarea
prioritaria de nuestro tiempo.

Su populismo ideológico les hace hablar "urbi et orbi" pregonando las
bondades de una forma de concebir la política y la sociedad que ha
tratado de ocultar su verdadera pretensión: centralizar el poder en
ellos mismos; ser los árbitros supremos de toda concordancia.

Siempre hemos sostenido desde el comienzo de este ciclo, que existían
defectos de base en el esquema de poder que se esbozaba y que éstos
moraban "dentro" del espíritu de los Kirchner, en directa relación con
sus propios fantasmas interiores.

Ambos pertenecen al tipo de personalidades que no quieren dar razones,
ni tenerlas. Van más allá: ESTAN RESUELTOS EN TODO MOMENTO A IMPONER
LAS SUYAS cualesquiera ellas sean. De allí su costumbre reiterada
hasta el hartazgo de hablar "ex cátedra", rodeando sus discursos de
solemnidades más propias de un escenario del "imperio" al que dicen
combatir.

Este hecho ha convertido su política en una reivindicación de lo que
Ortega denominaba "acción directa": una forma de invertir el orden,
poniendo la fuerza por encima de las normas, de manera de suprimir
todo intermediario entre la opinión de los ciudadanos y la imposición
autoritaria.

"Civilización es, antes que nada, voluntad de convivencia. Se es
incivil y bárbaro en la medida que no se cuente con los demás", apunta
el filósofo español. Lo que ha ocurrido en realidad en el caso de
nuestro actual gobierno, es que ha habido en él solamente voluntad de
"connivencia".

Los Kirchner no van a cambiar. Debemos aceptar esta idea de una buena
vez. Construyeron su carrera política de la misma manera y se
granjearon el mismo tipo de antipatías en todos lados. Se asociaron
siempre con las personas inadecuadas, ignoraron la excelencia como
virtud y le tendieron la mano a mediocres "soldados" obsecuentes.

A tal punto, que cuando viajan a la provincia de Santa Cruz -donde
iniciaron su carrera política-, deben hacerlo fuertemente custodiados
para no recibir la hostilidad de sus habitantes.

Al mismo tiempo, consolidaron su poder económico asociándose con seudo
empresarios poco escrupulosos que pasaron del llano a la opulencia en
tiempo relámpago; porque aunque la justicia no ha actuado todavía,
provoca asombro el nivel de las fortunas amasadas por quienes se han
destacado por ayudarles con inédito servilismo a construir su poder
personal, hoy en pleno desbarranque.

Lo que ha ocurrido es que se organizó una verdadera "hermandad" a
espaldas de la ciudadanía.

Resulta pues imperioso un cambio de piloto y de estrategia para
marchar en otra dirección.

El escenario actual sólo sabe de asfixia de la libertad; subsidios
arbitrarios y "preferenciales"; "sorteo" de leyes en provecho de
intereses particulares; indiferencia ante la creciente marginalidad de
todo tipo y confrontación permanente con la ciudadanía. Amén de una
multitud de etcéteras que tienen relación con una sublime e
intencionada sordera para todo lo que no signifique la exaltación del
propio ego.

Debemos comprender al mismo tiempo, que sólo nosotros hemos sido
responsables de lo que nos ha ocurrido: en un estado de "éxtasis
hedonista" hemos elegido a quienes hoy nos gobiernan.

Néstor y Cristina "incrustados" en lo más profundo de su personalidad
-y muchos otros que los acompañan-, deberán emprender el "regreso a
casa" para que la república renazca en su verdadero esplendor.

Por Carlos Berro Madero

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