La situación de la sociedad argentina es tan conmovedora como la de una mujer golpeada. Impuestos nuevos y viejos. Luchas políticas que instalan enfrentamientos sociales y trastornan la vida cotidiana de la gente común. Estatizaciones de antiguos ahorros privados, que desconocen opiniones mayoritarias y derechos constitucionales. Expropiaciones de empresas privadas que significarán monumentales necesidades de más recursos para el Estado de todos. La novedad política de una presidenta elegida por su sociedad que termina cediendo a su marido la jefatura real del gobierno.
¿Explica todo eso que el frenazo de la economía se esté produciendo siete meses antes de lo previsto? Es probable. El Gobierno aguardaba cierta desaceleración económica, como consecuencia de la crisis internacional, para junio o julio del año próximo. La actual caída promedio de las ventas es ya del 20 por ciento, pero en algunos rubros, como el de los automóviles, el derrumbe es mucho mayor. La temible recesión, que quedó atrás a fines de 2002, se anticiparía para regresar en los primeros meses (¿o en las primeras semanas?) de 2009.
Néstor Kirchner ha elegido el peor camino: negar la realidad. En Europa, en un mismo día Angela Merkel, Gordon Brown y Rodríguez Zapatero les anunciaron a sus sociedades que habían entrado en recesión y que los esperaba a todos, gobiernos y ciudadanos, la travesía por el desierto. Aquí, Kirchner se ocupó por esas horas de desestabilizar a uno de sus adversarios, Mauricio Macri, y de convocar a la venganza contra un ex amigo que lo abandonó decepcionado, Felipe Solá. No fue casual, entonces, que Macri y Solá hayan compartido una reunión a solas en días recientes. Hablaron de la necesidad de un sistema de defensa.
Kirchner nunca fue neutral, pero ha subrayado sus preferencias con los primeros síntomas de la adversidad. Desde hace meses, sólo sale de las sombras para abrazar a Hugo Moyano en actos públicos. Así, ¿hacía dónde podría seguirlo la clase media?
La experiencia de Macri es ilustrativa de la distracción del kirchnerismo. La fracción gobernante está poblando las villas de emergencia más cercanas al centro, sobre todo la villa 31, desde que Macri ganó las elecciones, en junio del año pasado. La extraña inmigración masiva e inmediata provocó en su momento un duro reclamo del entonces jefe de gobierno Jorge Telerman a la administración nacional. Luego se supo que esas personas movilizadas pertenecen, en su gran mayoría, a las llamadas "organizaciones sociales" del kirchnerismo. Esos grupos han decidido acampar sus famosas "fuerzas de choque" en el vecindario de la opositora clase media porteña. Están encendiendo fósforos en medio de la leña.
En un informe secreto de la Policía Federal, redactado a las 5 de la mañana del miércoles, se consignaba la información de que la autopista Illia podría ser cortada en el curso del día. Sucedió a las 9. La policía no hizo ningún esfuerzo por detener la ocupación de una autopista crucial para el ingreso de miles de argentinos a la Capital. Una fiscal le ordenó luego que actuara. Liberen la zona , le mandó. Puede haber muertos , contestó la policía, como contesta siempre que hay tumultos. No debe haber muertos , replicó la fiscal.
La policía no hizo nada. En rigor, hizo algo pero al revés del sentido común y en contra del más elemental sentido de autoridad: puso sus patrulleros al servicio del traslado de los dirigentes piqueteros, cuando éstos iban y venían entre la autopista y la sede del gobierno capitalino.
Nueve horas duró el corte de una arteria esencial. Fue uno de los cortes más largos que se recuerden en un lugar céntrico. Un infierno inmerecido para vastos sectores sociales. Sólo hubo unos cincuenta manifestantes que paraban la autopista, varios de ellos con carteles de organizaciones políticas, algunas muy cercanas al kirchnerismo. Los viejos habitantes de la villa 31 denunciaron presiones políticas para producir esos desmanes. El gobierno de la Capital se presentará mañana a la Justicia para reclamar una investigación, que seguramente terminará mojando los talones de los gobernantes nacionales.
Funcionarios nacionales y capitalinos se trenzaron en una disputa inútil sobre si hubo o no orden de un fiscal. ¿La policía necesita orden previa de un fiscal para reprimir un delito flagrante? ¿La policía requiere desde ahora la orden de un fiscal para detener a un ladrón que roba frente a sus narices? Judicializar la relación entre dos gobiernos que conviven en la misma geografía, aunque pertenezcan a distintas capillas políticas, es la mejor manera de matar cualquier concepto civilizado de la política.
Macri ya debió enviar a los legisladores un proyecto de presupuesto con un nuevo impuesto a los gastos con tarjetas de crédito. No fue una buena idea, sobre todo porque proviene de él, que es, además, el referente de una ideología distinta de la gobernante. Es posible que retire ese impuesto en sus negociaciones con la Legislatura. Si lo hiciera, habría demostrado que es capaz de rectificar un error.
Esa equivocación de Macri no la justifica ni siquiera la portación de un buen argumento: Kirchner le manoteó un crédito de cerca de 600 millones de dólares que el líder de la Capital tenía acordado con las AFJP. La autorización del gobierno nacional (que sólo debía darla un secretario de Estado a un crédito que cumplía con todos los requisitos) durmió tres meses en el Ministerio de Economía. Crédito y autorización sucumbieron cuando Kirchner se quedó con todos los fondos privados de pensión. Macri se quedó, al mismo tiempo, sin recursos para el plan de obras que había anunciado.
Ese fue el primer y fulminante ejemplo de la connotación política que tendrá en adelante el manejo de los ahorros previsionales. Las AFJP no habrán sido el mejor sistema posible, como no lo fueron, pero al menos no perdían el tiempo ni el dinero ajeno en vigilar y castigar.
Daniel Scioli puede tener más razones para explicar sus anuncios impositivos. Les aumentó a algunos y los excluyó a otros del régimen impositivo. El resultado financiero para el Estado es cero. Sin embargo, tanto Macri como Scioli deberían ser conscientes de que no se espera de ellos que le saquen más dinero a una sociedad asustada por el futuro inmediato. ¿Qué gobierno del mundo, sea progresista o conservador, anunció, en medio de una espectacular crisis, nuevos impuestos y más gastos?
Sólo la Argentina de Kirchner hace eso. El fiel lugarteniente de Kirchner, Ricardo Jaime, ni siquiera respetó la división de poderes y fue personalmente a Aerolíneas Argentinas para anunciar una intervención judicial. ¿Qué tenía que hacer Jaime allí, en nombre de un juez? Proclamó una intervención total cuando lo que sucedió fue la designación de un veedor judicial que deberá limitarse a informarle al juez la situación de la compañía aérea. Punto. Pero la ansiedad de Jaime, y la de Kirchner, por echar cuanto antes a los dueños españoles de la aerolínea los espolea a derribar hasta los más básicos principios constitucionales.
Los cancilleres español y argentino estaban hablando por teléfono cuando sucedió la sobreactuación de Jaime. Jorge Taiana se encontraba en Africa, al lado de Cristina Kirchner, quien le ratificó en tres oportunidades en los últimos meses a Rodríguez Zapatero que haría todo lo posible por acordar el desacuerdo. No hizo nada. No sabemos qué hacer en la Argentina ni con quién hablar allá , confesó desde Madrid un alto funcionario de Rodríguez Zapatero. El gobierno español quedó entre desorientado y atónito , contaron en Madrid.
En efecto, Cristina suele prometer arreglos y acuerdos, pero su esposo dinamita esas promesas con los incondicionales que dejó en el gobierno. ¿Por qué extrañarse de que en el exterior se pregunte casi exclusivamente del ex presidente y nadie se interese por la Presidenta, ocupada sólo en hacer declaraciones autorreferenciales?
Aerolíneas Argentinas no viene sola. Necesita de unos 50 millones de dólares mensuales para existir. Los pondrá el Estado de ahora en más, como ya los está poniendo desde la expropiación de hecho, hace cuatro meses. Todas las aerolíneas del mundo están reduciendo vuelos y personal por la crisis económica. Kirchner no tendrá margen para eso, porque los sindicatos lo ayudaron a expulsar a los dueños españoles mediante permanentes huelgas. El ex presidente hacía su propio trabajo de pinzas: les negó a los empresarios hispanos cualquier condición para sobrevivir. Kirchner es ahora cautivo de los sindicatos.
Pero es la sociedad argentina, en definitiva, la cautiva final de las furias y de los extravíos de sus gobernantes.
Joaquín Morales Solá
Para LA NACION
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